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Nouakchott 

Cuando era niño pasaba un mal rato cada vez que mi madre preparaba pescado para comer, probablemente el sabor, la textura o encontrar alguna espina, hacía que cada vez me resistiera más a la hora de ingerir dicho alimento, incluso a veces conseguía permitirme el no comerlo, creyendo que eso era para mi un lujo.

Hará unos años, ya de adulto, tuve la oportunidad de presenciar lejos de mi hogar, uno de los espectáculos más bellos de la vida de un pueblo, su actividad económica principal, la pesca. En ese momento al darme cuenta de la importancia que le daban a esa materia prima y como se comportaban en torno a ella, recordé algo que comprendí desde pequeño, en el mundo hay gente que no tiene el privilegio de rechazar una comida que no les gusta porque nisiquiera tienen la opción de elegir otra.

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